Pensando con Braidotti

Posthumanismo y Ética afirmativa

OSCILACIONES

Eu Mongil

11/16/202513 min read

Hibridaciones

Ya en su “Sujetos nómades” (1994) Braidotti apuesta de forma tanto crítica como afirmativa por los mundos híbridos y en constante movimiento que ya habitamos. Híbridos en sentidos epistemológicos, culturales, corporales, subjetivos. Híbridos también en tanto no solo humanos, no solo materiales y no solo biológicos. Su genealogía recorre su propia historia conectada con la Italia antifascista, la migración y aquell*s autor*s que se dedican a salvar el concepto de diferencia del espacio de lo negativo y de la representación en el que fue aprisionada y a veces demonizada. Ella lo hace especialmente junto a Deleuze, Nietzsche e Irigaray en el plano filosófico (de ahí su “sujeto nómade” pensado desde la diferencia femenina) y junto a las políticas feministas que situaron su crítica en el antiesencialismo, en la diferencia como modos de vida-otros dignos, resistentes ya en acto y afirmativos_, en la subjetividad (cruzando lo personal con lo político) y en los espacios-tiempos de vida cotidiana sostenible (políticas de la localización, de lo situado, de los afectos).

En sus últimos trabajos fue tomando cada vez más fuerza el sentido de interdependencia y de constitución de cuerpos y subjetividades, en el sentido de co-emergencia a partir del otro y lo otro, con-otros no humanos. De ahí su ética afirmativa, en sintonía spinozista, como política de los afectos y de las composiciones en continuo devenir. Lo humano, y el proyecto humanista, por un lado se ha tornado problemático para la vida en general (los horrores del s.XX, los desastres naturales, el expolio de recursos, la desaparición de especies, las desigualdades…), y por otro lado hay una transformación en curso en medio de las nuevas técnicas biológicas e informacionales que debe ser pensada con nuevas herramientas. Braidotti trata de articular todas estas cuestiones contemporáneas a través de una ética-política afirmativa.

He mantenido con Braidotti una relación distante, porque siempre me pareció ese tipo de autoras excesivamente académicas (al menos para las que no lo somos), con las que discutimos y pensamos en nuestras prácticas cotidianas, pero a las que abandonas rápido, por desafección diría yo. Aunque luego, cada cierto tiempo vuelves y les das una nueva oportunidad, a ver cómo te afecta ahora, porque deja semillas que necesitan su tiempo de activación, no suele ser inmediata. Su escritura, técnica y formal, poco emotiva bajo mi experiencia, hace que la lea asintiendo pero como de lejos. Ahora vuelvo a ella y experimento las mismas sensaciones: la sigo, asiento, me parece que aporta datos para analizar la realidad, tiene buenos argumentos, dibuja una ética-política para los tiempos presentes y futuros muy deseable, casi te ofrece una receta y sientes que sí, que es por ahí. Pero en su política de los afectos, el afecto se siente todavía algo frío.

Este artículo fue escrito como una tarea, pero lo rescato porque tiene elementos importantes para meter en esa "bolsita de herramientas filosóficas y políticas para una vida mejor". Veamos, ¿te animas?.

Mundos posthumanos

“La aspiración básica es la búsqueda de la resistencia, pero también de saltos teóricos creativos y cualitativos a través de las incertidumbres. Invito a involucrarse en experimentaciones pragmáticas con modelos sostenibles de subjetividad nómada con la esperanza de que su estructura vital no será homologada en el sistema de mercantilización. (…) Mi pasión política obedece a metamorfosis positivas, de esas que desestabilizan las relaciones de poder dominantes, que desterritorializan las identidades y los valores basados en lo mayoritario y que infunden un alegre sentido de potencia a unos sujetos empecinados en devenir. (…) Estoy convencida de que este sujeto no unitario, nómada, es la premonición para una ética de la subjetividad compleja, pero sostenible en la era de la poshumanidad.”

(Braidotti, Metamorfosis, 2005)

Han pasado 20 años desde esta publicación. Cuando leía estos textos junto a los de D. Haraway, J. Butler, A. Lorde, Teresa de Lauretis, G. Spivak, P-B. Preciado, G. Anzaldúa y otrxs, me parecía que el mundo estaba explotando, que por fin las viejas y profundas dicotomías en conflicto cedían ante las fronteras difusas y entrecruzadas que anunciaban estas reflexiones y sus prácticas políticas. Esos otros mundos posibles, mundos en los que cabían muchos mundos, parecían estar ahí ya, en plena efervescencia experimental, aunque no sin dolor, no sin violencia, no sin cuerpos heridos; sí en plena potencia afirmativa. Yo sentía que podía enfrentarme con más herramientas y alegría al peso, al bloqueo y la estrechez de las identidades de mujer, blanca, europea, heterosexual. Que podía empezar a sentir con mas claridad las diferentes posiciones de privilegio y de sumisión que mi yo ocupaba, performaba y al mismo tiempo sufría. Que éste podía ser el camino para poder encontrarnos en medio de las diferencias, transformarnos y sostenernos mejor.

Al mismo tiempo, mi formación profesional como fisioterapeuta me presentaba un mundo de los cuerpos y de la enfermedad encorsetados en estas viejas concepciones de sujeto unitario, mayoritario, racional; un cuerpo escindido entre mente-cuerpo, sujetos-objetos, sujetos-mundo, enfermedad-salud. Pero la continuidad de mi práctica clínica, la experiencia de entrar en contacto real con los cuerpos rotos, contagiada por aquella actividad política en búsqueda de espacios de libertad y autonomía, me obligó a repensar el cuerpo y sus relaciones, sus modos de enfermar y sanar, sus modos de inserción en el mundo.

Todas las lecturas y las experiencias que he vivido desde hace 20 años me han forzado a pensar en el medio de todas las relaciones, en el medio de la complejidad en la que vivimos, en el medio de las contradicciones que habitamos y corporeizamos, en el medio al fin y al cabo que nos constituye, junto al que emergemos. Hay una pregunta que me viene acompañando en mi práctica profesional y en mi vida en general, a la que voy respondiendo desde múltiples perspectivas (este blog trata de darle cuerpo también) y es: ¿Cómo se sostiene un cuerpo?. Esta pregunta, en este texto, será respondida en clave posthumanista y relacional mediante una ética-política de los afectos y composiciones, partiendo de una base de interdependencias y conflictos siempre abiertos, buscando el desarrollo de vidas singulares y colectivas dignas y sostenibles al mismo tiempo que siempre en devenir y capaces-con (parece todo un manifiesto je!).

Han pasado 20 años y a veces nos parece estar dando culetazos hacia atrás. Ciertas subjetividades blancas y no blancas, heterosexuales, religiosas extremistas, racistas y supremacistas, nacionalistas, conservadoras, patriarcales, toman fuerza y resisten con uñas, dientes y armas a esos mundos-otros que insisten en defenderse y afirmarse con una voz propia, crítica y desafiante a lo que venían siendo "las normas socio-político-culturales" hegemónicas; mundos-otros que ya estaban perfilando el fin de ciertas posiciones de dominio políticas, económicas y culturales. Mujeres, subjetividades queer, personas negras y racializadas, personas migrantes y refugiadas, indígenas, minorías étnicas y culturales, movimientos ecologistas y animalistas, personas mayores, diversas funcionales, etc.: todas ellas han hecho proliferar sus discursos, narrativas y experimentaciones prácticas por todo el planeta, poniendo en cuestión los supuestos valores y derechos universales del Hombre, evidenciando las violencias sistémicas y sistemáticas que han sostenido, y lo siguen haciendo, las posiciones privilegiadas y dominantes. Todo ésto fue necesario, pero ahora encalla también en multitud de posiciones rígidas, dibujando mundos escindidos que apenas pueden comunicarse.

Por ello, uno de los retos que tenemos entre manos es el aprender a convivir tod*s con todo si no queremos que las guerras y los poderes se sigan alimentando de nuestros afectos tristes y nuestra ignorancia, separándonos y oponiéndonos cada vez más. No apelo a una humanidad igual y unida, sino a un aprendizaje de convivencia más amoroso, empático, respons-hábil (Haraway, 2019). Siguiendo la estela iluminada por filósofos como Spinoza, Nietzsche, Deleuze, junto a toda la experimentación teórica y práctica feminista, ecologista, antirracista y decolonial, creo que la Ética Poshumana Afirmativa de Braidotti va en esta dirección: aprender a vivir y morir-con, en palabras de Haraway, en mundos altamente dañados y abiertos siempre al devenir (devenir-con) que necesitan ser reparados. Se hace necesario y preciso activar la imaginación y la sensibilidad en clave no humana, rizomática, tecnoviva y simbiótica-simpoiética.

La clave relacional

¿Cómo entender lo humano si no es en clave relacional?. Ahora casi nos parece natural pensar así pero han hecho falta siglos, a veces con violencias extremas, para que el humano pudiera volverse hacia sí mismo y desencantarse de muchos aspectos, volviéndose más capaz de ver en lo humano las ambivalencias de la vida, sus fragilidades, sus grietas, la falta de consistencia en términos únicamente racionales, así como las potencias de sus incertidumbres, vacíos, capacidades afectivas y relacionales. En una entrevista realizada por Eva Muñoz, Braidotti critica lo humano de esta manera:

“Lo humano del humanismo no es ni un ideal ni una media estadística objetiva o punto medio. Más bien define un estándar de identidad -o semejanza- de acuerdo con el cual todos los otros pueden ser evaluados, regulados y asignados a su correspondiente posición social. Lo humano es una convención normativa, lo cual no lo convierte en algo inherentemente negativo, simplemente en altamente regulatorio y, por tanto, instrumental a las prácticas de exclusión y discriminación. Lo humano sirve a la normalidad, nor- malización y normatividad. Funciona por trasposición de un modelo humano específico a estándar generalizado, que adquiere valores trascendentes en tanto que humano: del macho se pasa a lo masculino y de ahí a lo humano como forma universal de la humanidad. Ese estándar es propuesto como categórica y cualitativamente distinto a los sexualizados, racializados y naturalizados otros y también por oposición a los artefactos tecnológicos. Lo humano es una construcción histórica que ha devenido una convención social acerca de la «naturaleza humana».”

Quizá por esto Braidotti insiste en aclarar que el poshumanismo que ella defiende no ahonda en una oposición humanista-antihumanista, sino que trabaja por crear algo nuevo a partir de la decadencia del humanismo, sin destruirlo, pero sí constatando sus fracasos, traspasando sus límites, transformando sus valores negativos en afirmativos, enfatizando sus interdependencias constitutivas. Me parece un buen camino.

Convendría aclarar que lo poshumano no ilumina solamente una especie de evolución o superación del humanismo debido a los avances tecno-científicos y a las hibridaciones orgánico-cibernéticas, en el sentido de una asunción de relaciones inevitables y límites difusos entre máquinas, información, moléculas y cuerpos. Para Braidotti, pensar lo poshumano conlleva una actitud ética y política responsable, situada, crítica y experimental. No se trata de quejarse por miedo a que las máquinas nos reemplacen, como no se pueden celebrar todas las posibilidades que permiten las ciencias y lo tecnológico sin pensar cuáles son las condiciones de aparición de determinadas funciones y procesos, así como las consecuencias de sus efectos materiales e inmateriales. En ese mundo globalizado, mercantil, tecnificado y virtual en el que vivimos, donde desastres socio-naturales e injusticias varias se multiplican por doquier, donde todos los cuerpos y vidas no importan del mismo modo, pensar lo poshumano a partir de lo humano en clave relacional se hace fundamental y necesario. Es decir, la ética poshumana asume como referencia no el individuo, sino la relación.

¿Qué significa esto? Que ya no podemos pensar en el individuo finito e independiente como principio y medida de todas las cosas, puesto que el individuo es resultado de complejos procesos relacionales que toman consistencia individual durante un tiempo determinado, pero que mientras dura tampoco está del todo acabado ni sus límites son fijos e inmutables.

Spinoza ya definió al individuo como un entramado infinito de relaciones, sistema de relaciones de relaciones al infinito, y estableció un plano de inmanencia del ser como sustancia infinita que se expresa en infinitos modos; cada uno de esos modos como un modo de existencia singular pero igual a todos desde el punto de vista del ser. Rompió con toda una jerarquía de valores y toda una moral, constituyendo una ética de los modos de existencia que igualaba a los seres (ninguno tiene más valor que otro en tanto que ser) y los distinguía según sus capacidades y su potencia de actuar ("no podemos saber hasta dónde es capaz cada cuerpo"). Braidotti seguirá este camino abierto por Spinoza y profundizado junto a Deleuze.

Llegados a este punto, me parece conveniente nombrar a Gilbert Simondon, maestro de Deleuze, que no es mencionado por Braidotti explícitamente pero proporcionará herramientas sólidas para el devenir que Deleuze y después Braidotti abrazarán en sus filosofías políticas, componiendo una ontología de la individuación que no tiene sujeto sino que es proceso, devenir, en una serie de individuaciones sucesivas y compositivas de modo fractal y no lineal.

Simondon escapa tanto de la vía sustancialista, unitaria, del individuo, como de la vía hilemórfica (hacen falta una materia y una forma), pues ambas suponen que existe un principio de individuación anterior a la individuación misma, susceptible de explicarla y producirla. Lo que intentará Simondon (y que consigue sobradamente) es captar la ontogénesis en todo el desarrollo de su realidad y conocer al individuo a través de la individuación. Lo que la individuación hace aparecer no es solamente al individuo sino la pareja individuo-medio. Y lo individuado es vivo y no vivo, físico, psíquico y transindividual. Este ultimo concepto, lo transindividual, será la clave para articular un ética y una política basadas en la interrelación e interdependencia entre las diferentes individuaciones que, como en Spinoza, versa sobre una capacidad de composición que aumenta (resuelve problemáticas, amplifica y prepara para nuevas individuaciones) la potencia de acción singular y colectiva (y por tanto la alegría) pues no se dan la una sin la otra, que continuamente busca lo necesario para hacer lugar al devenir. Lo transindividual no traduce una sumatoria ni una relación entre individualidades sino una nueva dimensión que supera al individuo, lo amplifica y prolonga.

Pensarnos como resultado, performatividad y agentes de una complejidad de relaciones que comportan aspectos materiales e inmateriales, orgánicos e inorgánicos, físicos y metafísicos, voluntarios e involuntarios, corporales y espirituales, perceptivos, sensoriales y reflexivos, activos y pasivos, mecánicos e informacionales, singulares y colectivos, propios e impropios, nos sitúa en el medio: como espacio-tiempo del acontecimiento, de lo imprevisible, del vacío y lo posible, de los encuentros entre diferentes fuerzas, de atravesamiento de umbrales, de transducción, organización y diferenciación, de composición y descomposición. Un medio que es medio (moyen), entorno (milieu), enmedio (milieu), entre (entre), vacío y lleno, real y virtual.

Desde ahí solo podemos pensarnos como procesos singulares nunca empezados de cero y nunca acabados del todo, como seres descentrados (pero no del todo) y metaestables, por tanto capaces de devenir; cuerpos altamente vulnerables, interdependientes y resonantes, por tanto con gran capacidad para ser afectados y para afectar, como tonalidades existenciales dentro de ese caosmos inmenso de fuerzas que nos sobrepasan, nos atraviesan, nos constituyen y a la vez nos atrapan, sujetan, nos descomponen y liberan. Pues bien, en el medio de todo eso hay espacio también para la determinación, para la singularización, para la decisión, para la invención y la creatividad, siendo estas facultades y potencias tan propias como impropias.

La ética afirmativa de Braidotti y sus consecuencias ético-políticas

“La política de la afirmación parte del presupuesto de tener que comprender y aceptar la finitud de la voluntad humana. (...) cuanto más moleculares nos hacemos más poderosos somos”.

“Si el poder es complejo, difuso y productivo, así debe ser nuestra resistencia a él”.

“Mientras tratamos de entender cómo resistir/existir, nuestra invitación es atenernos a una modesta precaución de método: las transformaciones afirmativas no son naturales ni espontáneas, solo ocurren cuando las subjetividades encarnadas están dispuestas a poner en juego todas sus diferencias, a confluir en espacios comunes, lugares de encuentro altamente contaminantes. La ética es un proceso, no un producto, lo que tiene de importante está en el medio”. (Braidotti, Por una política afirmativa, 2018)

Estas tres citas recogen muy bien la disertación anterior y encaminan qué tipo de posicionamiento ético-político se desprende de una apuesta posthumana relacional:

Que no hay centro, sino medio del que surgen las individuaciones a través de un proceso de individuación y devenir, siendo estas individuaciones oscilantes, metaestables, finitas (por tanto vulnerables) pero inacabadas siempre.

Que la relación contiene la verdad de lo que somos capaces y no de lo que somos según el principio de identidad y sustancia.

Que nos sujetamos y sostenemos en el medio de estas relaciones, por lo que la ética comportará siempre una política: la de las relaciones y composiciones que seamos capaces de resolver, sostener y crear.

Que el proceso, el devenir, la composición, la afirmación, nunca están exentas de conflicto y dolor. Pero el dolor de entrar en contacto con la vida y con la muerte es el que nos ayuda a transformar los sentidos y lo negativo en afirmativo de un querer vivir (Petit, 2003) que se abre paso.

Que debemos dejarnos caer en la trama si queremos entrar en contacto con la vida. Que el mundo nos llama a esta escucha a través del dolor, pues ya sentimos por mucho tiempo cómo nos tambaleamos por haber pretendido alejarnos e independizarnos ilusoria e instrumentalmente de él.

La ética-política que se desprende es la de estar al servicio de la trama en la que estamos enredad*s, responsabilizarse de lo que nos toca, incluso sin haberlo pedido. Estar a la altura de nuestros tiempos-espacios cotidianos y compartidos, comprometernos con nuestros actos-gestos-palabras, confiar y colaborar en nuestra capacidad de resistir y transformar el dolor, deviniendo-con.

*Este texto fue escrito en 2021, para una asignatura del Master en Filosofía para los retos contemporáneos. Las notas a pie de página han sido eliminadas. La bibliografía usada fueron varios libros de Rosi Braidotti (Sujetos Nomades, Metamorfosis, Por una política afirmativa, Feminismo, diferencia sexual y subjetividad nómade), Deleuze (En medio de Spinoza), Simondon (La individuación) y Haraway (Seguir con el problema).