Cuerpos que siempre se escapan

Una reseña y una oportunidad de reflexión sobre el cuerpo a partir del libro "Cómo matar a la muerte" de Jordi Carmona, acompañando su presentación en la Librería Suburbia de Málaga en el año 2022.

SOMATECA

Eu Mongil

4/22/202512 min read

a postcard with a stamp on it
a postcard with a stamp on it

Jordi y el Libro

Un libro que va sobre Agustín García Calvo y no, sobre el pensamiento ácrata español y sobre una generación que creció entre silencios y pactos, en una suerte de época tierna y atontada en muchos casos.

Cuando Jordi escribió: “yo nunca conocí a García Calvo”, para mí fue un claro llamamiento y amable invitación a que cualquiera, ignorante y/o curiosa como yo, pudiera aproximarse a esta historia en la que vas descubriendo que no trata solo de Agustín García Calvo _su figura, su filosofía, su biografía_ y la contracultura española. Incluso no trata solo de un gran trabajo de investigación que desde ya merece la pena leer para conocer esa historia nuestra llena de hermosos detalles entremezclados entre vidas, pensamientos, acciones, historietas, poemas. Pienso que Jordi Carmona consigue algo mas en el libro, es la afectación corporal, poder comunicar a través de su escritura algo que pasa a través de ciertas palabras, cierto modo de decir las cosas.

Tuve la sensación de que, queriendo enterarme de la figura de Agustín, su filosofía y su práctica, me encontré sobre una especie de vórtice que me reconectó pasado con presente, adentro con afuera. La fuerza del vórtice me arrastraba aproximándome a Agustin y su modo ácrata particular, a lo español. Un pensamiento y una actitud ácrata muy conectada con la lengua y su contexto, para ser siempre desviados, pervertidos, subvertidos, a través de un enorme amor a la vez que deseo de destrucción de todo aquello que mata la vida, ya fuera el franquismo, el Estado, la nueva democracia o la identidad.

Y me iba a aproximando al mismo tiempo a Jordi, mirándome en el espejo de esas generaciones que nacimos ya en democracia y con el tiempo empezamos a sentir, de manera mas o menos clara, ese espesor de una normalidad que se tambaleaba. La lengua de la democracia había impuesto sus reglas, hasta que empezó a tartamudear en el 15M.

En el movimiento del vórtice iban apareciendo además toda una constelación de personas, ambientes, textos, acontecimientos políticos y culturales, que estaban siendo movilizados por esa fuerza ácrata. Y yo me iba sintiendo movilizada e invocada también por esas fuerzas a medida que avanzaba, capítulo a capítulo, capa tras capa, tejido tras tejido, confundiendo las palabras con emociones pues ya me sentía implicada, pues se hablaba también de mi historia, más bien intrahistoria.

Por eso creo que Jordi consigue en este libro, no solo interesarnos en cierta figura y cierta fuerza del pensamiento, sino tocarnos, mostrarnos las conexiones con nuestro pasado intrahistórico reciente, lo que somos capaces de seguir reactivando, y que es preciso activar, si queremos matar a la muerte, liberar vida.

Jordi vuelve a mirar la historia, su historia, a contrapelo; vuelve sus pasos y sus sentidos hacia una parte de su pasado/presente que no había sabido o podido percibir. Vuelve del extranjero y se mete a fondo a investigar lo particular del pensamiento ácrata español, mientras se revisa a sí mismo buscando qué pudo empujarle a salir y a volver, cómo está su cuerpo, nuestro cuerpo, cómo está de vivo o muerto y dónde o cómo lo político y lo común pueden siempre poder manifestarse, aquí mismo, en cualquier momento.

mi cuerpo es mio
mi cuerpo es mio

Cuerpo - Expresión

Lo que tenemos en común con Jordi es el pensamiento del cuerpo, que nunca va desligado del alma, y no hay transformación posible que no implique ese doble movimiento, esa doble cara.

Jordi tiene otro libro, sobre Hannah Arendt, donde piensa la cuestión de la acción. Yo creo que ambos libros piensan lo mismo, porque ese es uno de sus problemas-guía. Qué significa actuar, dónde está la acción, cuál es su forma, en qué momento la acción incide, transforma.
Para Hannah Arendt la acción va unida a la palabra. La palabra de aquel o aquella que es capaz de manifestar su singularidad y la comparte, la vierte al juego entrelazado de ese mundo común y abigarrado que hacemos todos cuando nos hacemos presentes y escuchamos y somos escuchados. Para ella eran como nacimientos. Cada nuevo nacimiento es un acontecimiento que hace al mundo y que lo abre al devenir, a la apertura de las posibilidades. Nadie ocupa el lugar de otro, nadie habla con la misma voz, es imposible.

Agustín García Calvo disfrutaba preguntando: ¿acaso alguien recuerda su nacimiento del mismo modo que no puede tener conciencia de su muerte?. Según relata Jordi, le gustaba provocar poniendo en duda certezas habituales.

Conectando algo entre Agustín García Calvo y Hannah Arendt a través de Jordi, pienso que hoy día parece estar todo dicho, ya sea en filosofía, en economía, en las artes. Pero cada nacimiento, hemos visto, es una nueva posibilidad. Agustín hacía aquellas preguntas para cuestionar la idea del individuo que pretende saber todo y controlar con su voluntad; y sin embargo me parece que, en parte, es por eso que no recordamos. No recordamos nuestro propio nacimiento porque aquello que nos sostiene, aquello de lo que estamos hechos, todo lo que sabemos -y aun no- de la embriología, la genética, los automatismos, los afectos que les dieron forma, están ahí para ofrecer la posibilidad de lo nuevo. Como insistía siempre Henri Bergson, el pasado siempre está y permite que cada presente pase, creándose algo nuevo. Agustin también decía eso, a su manera. Por más que creamos que repetimos, debemos volver a tomar la palabra, hacerla cuerpo. Que la palabra trabaje el cuerpo y el cuerpo la palabra, pues lo único que se repite es la diferencia (G.Deleuze).

Tenemos miedo de hablar. Yo he tenido y tengo miedo de hablar, digo, en público, en ese espacio que para Hannah Arendt es la condición de lo político. No nos entrenamos para eso, ni siquiera en nuestros tan amados espacios colectivos que muchas de las veces sirven para seguir callándonos, para no decepcionar, para no romper los consensos implícitos. (Es posible que hoy día esté cambiando algo de eso, quizá demasiadas palabras ahora, demasiado espacio público no político en términos de Arendt).

Tomar la palabra y hacer algo con ella no es solo un gran esfuerzo, sino una responsabilidad y un acto de generosidad. Tomar la palabra es dejarse tomar por aquello que sale de nuestras tripas, de nuestras verdades en proceso, de lo que aún no somos o vamos siendo, de aquello que nos proyecta a encontrarnos con el otro, con amor. Y ahí es cuando Agustín nos advierte que no podemos hablar de lo que amamos realmente sino de lo que odiamos, para destruirlo. Porque cuando hablamos de lo que amamos, cuando pretendemos definirlo, darle una forma, ya lo estamos matando. Dice así en una entrevista:

“¿Cómo puede el lenguaje ser liberador si es a la vez el cepo, la trampa?
― Ah... es muy sencillo: basta con dejarse hablar. Es la única técnica que conozco.

Si uno habla personalmente, pues por esa boca le van a salir las cosas que ya están dichas, y él, como cualquier otro elemento de la Realidad, tendrá que obedecer a la ley de la defensa.
Toda cosa, y por lo tanto también todo hombre, tiene que obedecer, por lo tanto falsificar, volver a mentir. Pero como uno no es del todo el que es, pues gracias a eso pueden salir, si uno se deja, palabras del común, del pueblo que no existe. Bueno, eso es de lo que se trata.
De las cosas que me dices hay que puntualizar que la Realidad, las cosas de por sí, no son, no somos, mentira: no tiene sentido decir que la Vida es mentira, ni tampoco, en sentido contrario, que la Muerte es mentira. Son mentira justamente en la medida en que se proclaman verdades.
Sólo cuando las cosas, las relaciones entre las cosas, los hechos, los sucesos, se declaran verdaderos, como lo están declarando a cada paso, cabe decir que no era verdad. Eso es lo que la lengua sabe hacer, se vuelve contra sí misma en el sentido que te he dicho: por un lado está la lengua, o más bien el idioma de que se trate, una de las lenguas de Babel, o un dialecto más o menos vulgar o más o menos culto, que queda dentro de la Realidad también, como el idioma, idioma de la nación, idioma de uno mismo, o idiolecto como suele decirse; y por otro está la lengua común, que es la lengua que puede enfrentarse a la Realidad y hablar de ella. Como esas dos cosas –idioma y lengua común– se dan a la vez pero son enemigas, pues basta con eso que decía: dejar que hable lo otro, lo que no es de uno, y eso desmiente, descubre la mentira de las verdades que se proclaman. Así es más o menos la cosa.“

resistir es crear
resistir es crear

El Cuerpo como Intrahistoria

Deseo destacar dos ideas importantes:

Cada cuerpo cuenta su historia

sólo que su historia es absolutamente singular a la vez que común. ¿De qué común hablamos?. De todo ese afuera que se expresa en nuestro cuerpo y se singulariza en él. Cada cuerpo expresa a su modo particular las relaciones del mundo que habitamos, los contextos de todo tipo que habitamos, los más cercanos y los más lejanos. A la vez que la propia estructura de mi cuerpo -en términos mecánicos, sensoriales, emocionales- ofrece una plataforma propia de afectación. Y al mismo tiempo, esa estructura ha sido inducida y moldeada desde que nacimos -incluso antes de nacer- por todo ese afuera.

Digamos que hay una modulación constante de toda la información que podemos procesar en sentido bilateral aunque sería más propio decir multilateral, multidireccional, multisensorial.
De algún modo nuestros cuerpos están expresando el mundo. Nuestros sistemas posturales, nuestras emociones, nuestra subjetividad, dan testimonio de lo que hay, de lo que ocurre. Es como si grabáramos en nuestros tejidos toda esa información, pero lo vamos a hacer de un modo muy singular cada vez, en cada cuerpo (cada cuerpo es una somateca).
Según cada cuerpo la “solución” o “problematización” de “todo ese afuera”, cuando está en relación con “todo ese adentro”, será distinta pero al mismo tiempo habrá muchas semejanzas. Por ejemplo, determinadas situaciones serán excitadoras o inhibidoras de nuestros sistemas nerviosos pero no todos lo vamos a vivir igual, no vamos a dar las mismas respuestas. Ya sea que nos montemos todos los días en el metro para ir a trabajar, ya sea que nos den un antiinflamatorio para nuestro dolor, ya sea que nos encontremos ante una situación de peligro vital.

Lo propio/singular está hecho de lo común que nos acecha, lo común que nos constituye como seres vivos entre otros seres vivos, lo común que nos sostiene pero que no tiene nombre, lo común que al mismo tiempo contribuimos a crear.

Dice Jordi en la página 182: "(...)somos nosotros y somos todo lo demás: no solo mi cuerpo, sino todo lo que vemos, tocamos, escuchamos. ...hay que decirlo, no tenemos cuerpo."
Entonces, una vez más, ¿somos cuerpo?. Agustín diría, sí y no, tal vez...y sigue Jordi: “cuando nos perdemos en nuestros cuerpos, nos disolvemos en nuestros cuerpos” (...) ”ya no somos, pues mi cuerpo no es mi identidad última sino mis múltiples ocasiones para contradecir toda verdad posible sobre mí, incluso mis propias verdades”. “Si experimentamos cualquier libertad es precisamente porque en ocasiones somos cuerpo; es decir, porque en ocasiones no somos.

En la consulta me gusta pedirle a las personas en un momento que cierren los ojos (para favorecer la entrada al sistema parasimpático y dejar algo del control al que nuestros sistemas visuales están tan acostumbrados) y dejen que su cuerpo se desparrame por la camilla, se deje caer, que abandone su peso a la gravedad y conecte con su respiración sin querer controlarla, tan solo sentirla tal cual es. Así preparamos el terreno para que la conciencia relaje y la sensación/percepción se potencien. Para que, como dice Agustín: “Que hable, cante o lo que sea. La atención al arte, a la técnica, al ritmo, favorece eso, porque si uno entiende que la poesía se refiere al contenido, a lo que dice, entonces está ya casi perdido, entonces no va a decir más que lo que tiene que decir y a expresar quizá algo. La atención ante todo al ritmo y a la técnica distrae mucho de eso, y entonces favorece que de vez en cuando la onda del ritmo sea algo que no sea lo que ya está dicho.”

Resistencia: cada cuerpo resiste

ante todo, nuestros tejidos también resisten: se resisten tanto al modelado, a la constricción como a la disolución, aunque sea para bien. Y ahí aparece la idea de Agustín de la destrucción, como lo más difícil y excelso. Porque la destrucción va dirigida a lo más profundo de los cimientos de nuestra estructura corporal. Imaginamos un cuerpo como un modo de expresión al que le cuesta “la vida” dejar de funcionar y sentir de determinados modos, experimentar formas nuevas que no sabe cómo le van a afectar y a seguir modulando.

Destruir, cuando hay que destruir nuestros modos de identificarnos con nosotros mismos, es lo más difícil, porque es como una pequeña muerte. Y el pensamiento ácrata va hacia ahí, hacia la muerte de nosotros mismos y a que no tengamos miedo de eso. ¿A qué tenemos miedo?. ¿A qué no tenemos miedo?.

Como Spinoza, Agustín y su pensamiento ácrata nos ofrecen una orientación de tanteo, de olfato, de intuición, de sensibilidad, de experimentación con prudencia. En cada cual, para cada cuerpo, un poco más o un poco menos de esto o aquello. Nunca un programa, un protocolo, ni un decir cómo hacer, sino un hablar ya hacendoso, un pensando/haciendo propio, una vida de experimentación y destrucción de todo aquello que nos mata y mata la vida continuamente. Sin miedo es con amor.

a room with a lot of metal sculptures on the floor
a room with a lot of metal sculptures on the floor

Muerte y Comunidad

Si hay algo en común para García Calvo es el combate contra la muerte. Lo encontramos en "Cartas de negocios a José Requejo", donde se habla de la muerte para atacarla. Y dice que la muerte no es algo natural como estamos habituados a pensar, sino algo accidental, que ocurre todos los días. La muerte que mata la vida mientras ésta dura, incluso cuando deja de durar. El libro de Jordi Carmona es un alegato contra esa muerte también, que acecha cuando las vidas dejaron de durar en la presencia pero se mantienen vivas y siguen existiendo en cierto pensamiento, en cierta atmósfera, en otros cuerpos. Junto con Jordi con este texto queremos cantar a los muertos, reavivar fuerzas, liberar vida:

La muerte no es algo que forme parte de la esencia de la vida, sino que solo aparece con ciertas formas de vida, con ciertas formas que la vida adopta. La muerte entra en la naturaleza cuando la vida se especializa en determinada función, cuando las células se destinan a dar forma y se subordinan al mantenimiento de un organismo. (...) las células más informes y con funciones menos precisas son las más “inmortales”, como las grasas o las células de la piel” (J.carmona, p.72)

Por eso dice que la muerte entra en la vida de un pueblo o de una comunidad cuando esa vida popular se vuelve Estado. No se muere de muerte natural sino de muerte política, muerte estatal.

¿Dónde hay más inmortalidad, en qué espacios o territorios, en qué formas de vida?. Resulta que para eso no hay programa ni receta. Se va testando, un poco más de esto, un poco menos de aquello. El pensamiento ácrata sirve para experimentar la propia medida, el ritmo propio, ése que permita seguir viviendo y matando la muerte, ése que libera común. La mala noticia es que para eso hay que renunciar a ser alguien y permanecer siendo cualquiera. Si hay algún tipo de comunidad está por ahí. Se trata de una comunidad sin nombre, la comunidad nocturna (en una noche que no se separa del día sino que está a plena luz):

“― ¿Y es posible vivir olvidándose del futuro?
― Claro, uno no puede olvidarse porque uno personalmente está constituido por el Futuro, por la Muerte. Por la Muerte siempre futura, esa que nunca está aquí, pero que está como Futuro aquí, y condenando a la vida a las pocas posibilidades que le quedan. Pero como uno no es del todo el que es, evidentemente eso es lo que puede seguir viviendo a pesar de todo, gracias a que uno nunca es del todo el que es.“ (entrevista a García Calvo, A.).

*Este texto está inspirado también en lecturas de Hannah Arendt, Spinoza a través de Deleuze, Henri Bergson y Marina Garcés.